Jesús Rengel Ortiz, Sevilla
Rebasar la línea de meta, gritar, parar el coche para poco después bajarse y celebrar frente a la cámara levantando el dedo índice en señal de victoria. Una marca ya registrada que llevó a cabo por primera vez en Monza con Toro Rosso y que ya acumula en 26 ocasiones. Estos pasos son a los que nos tiene ya acostumbrado desde hace varios años Sebastian Vettel. El piloto de Red Bull se proclamó en este 2012 campeón del mundo, como ya hiciera en 2011 y 2010, por lo que se trata de la tercera vez que logra el campeonato de manera consecutiva, haciéndole comer el polvo a nuestro querido Fernando Alonso en dos de esos tres campeonatos, siendo uno de ellos éste último de 2012.
Dicen de él que es irreverente, celoso en su trabajo, no llevo ni llevará nunca tatuajes, los que no le gustan para nada, tiene como costumbre muy curiosa la de bautizar a sus coches con nombres de mujer y su mayor ídolo de pequeño no fue otro que el alemán Michael Schumacher, el siete veces campeón del mundo, con el que ha tenido en estos últimos años la fortuna de pilotar junto a él. Figura que le impuso un gran respeto cuando solo tenía 12 años y el piloto por entonces de Ferrari organizaba una carrera de karting cerca de Heppenheim. Sebastian quedó séptimo, pero se llevó un premio de la mano del mismísimo Michael, donde ya mostró una mirada tibia y filial hacia él que ha durado hasta nuestros días. Por eso siempre mantendrá que es ridículo que le comparen con él, aunque en el fondo desea batir todos sus récords. Un cariño mutuo que se plasmó en Interlagos con un abrazo extenso en el que ambos se fundieron, todavía con los cascos aun calzados tras una de las carreras más emocionantes de la historia, en la que Sebastian precisamente consiguió entrar en el club de los selectos tricampeones, justo en el día de la despedida del mejor piloto de la historia, su amigo Michael, que desea que algún día el de Red Bull consiga igualarle.
Y es que algo dicen que tiene este rubio irreverente. Ese espíritu adolescente de tres veces campeón, el más joven en realizar tal gesta. "Soy un tío normal", así se describe a sí mismo, que reconoce que ostenta un sexto sentido para las relaciones públicas y tiene a un grupo de seguidoras a sus espaldas gracias a sus rasgos de 'Beatle'. Sin duda alguna, ese espíritu de campeón ha rejuvenecido la Fórmula 1 actual, en parte precisamente porque su carácter no coincide con el típico alemán agrio, lo que ya ha hecho que miembros selectos de este deporte como Bernie Ecclestone se hayan cautivado con él. Espontáneo y bromista, incluso a veces ha sacado a relucir sus dotes de imitador a lo Djokovic.
Evita hablar mal de sus rivales, incluso con más de uno ha tenido una amistad reflejada en detalles, y hace el menor ruido posible con sus coches, con los que siempre ha establecido un vínculo estrecho y curioso. Julie, Kate'S Dirty Sisterm Luscious Liz, Kinty Kylie, o el último y actual Abbey. Siempre mujeres. "No sé porque lo hago, sólo sé que tiene que ser un buen nombre, algo que te haga recordar una mujer atractiva, pero que a la vez sea salvaje".
Así se ha ido incluyendo poco a poco en los altares de este deporte del motor, donde le ha ayudado mucho una de sus virtudes principales según sus compañeros de equipo, como es la constancia a la hora de querer mejorar en todo momento, como lo ha demostrado trasnochando en los boxes para mejorar décima o preguntando desde el coche en plena carrera cual es la vuelta rápida para batirla. Gracias a esa constancia, Seb ha logrado hacer de él una imagen mediática con la que ha hecho un icono de una nueva generación de pilotos.
Incluso ya le han denominad el "nuevo Fangio", como así le ha apodado Stirling Moss, uno de los primeros héroes del piloto alemán. Tampoco se quedó corto Gerhard Berger, que ya declaró cuando Vettel estaba en Toro Rosso que "era especial y ganaría seguro títulos mundiales". Aunque eso sí, siempre quedará, junto con Shumacher, la inspiración en el mítico Ayrton Senna, del que según comentó Sebastian ya vio su película, lo que le sirvió para comprobar como era la Fórmula 1 de antaño, quizás más pasional y humana que la de ahora, de la que dice que "es muy difícil sacar tiempo y espacio para algo más, y donde se considera antinatural hoy en día salir a tomar unas cervezas con los otros pilotos". Cervezas no sabemos, pero dese luego que champán le queda mucho por tomar a este joven 'Kaiser'.
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